En la parranda cumbianchera, el inconfundible sonar de las trompetas es el que anuncia la llegada del galeón español. Esta cumbia colombiana chilenizada en el formato de sonora, es uno de los tantos temas de nuestro repertorio festivo capaz de encender la fiesta más aburrida, alzar las voces más desafinadas y sacudir los esqueletos más tiesos. Como ésta, muchas son las cumbias usadas por DJs y bandas musicales, como excusa para mantener prendidos recitales y fiestocas. Sin embargo, tras ese alegre y a veces eufórico instante de conexión entre la cumbia y su público, son muchos los cumbiancheros que en vez de parrandear, se encuentran trabajando.
¿Quiénes son estos obreros del repertorio bailable?, ¿en qué consiste su muchas veces invisible trabajo?
Pese a que puede resultar extraño pensar la noción de trabajo en un tiempo y contexto destinado al ocio y la diversión, lo cierto es que tras la parranda cumbianchera hay una amplia gama de labores remuneradas, muchas veces hasta el punto de ser fuentes principales de ingresos para quienes las desempeñan.
Foto: Fonda Permanente La Popular, 2010 |
En este abanico, los colores más vistosos, aunque no siempre los mejor pagados, son los músicos de espectáculos en vivo, y los DJs de fiestas con sones embasados. Pero, ¿quiénes cobran la entrada, venden un vaso de vino, una piscola, o se quedan barriendo cuando todos se han ido?
De la autogestión itinerante de la fiesta cumbianchera, a la producción de grandes espectáculos y discos bailables, el presente artículo indaga en la compresión de la cumbia chilena como espacio de trabajo.
Eduardo López, gestor de la Fonda Permanente “La Popular”, nos cuenta que la fiesta está programada para empezar a las 10 de la noche, para lo cual un pequeño equipo de trabajo se hace responsable de que todo esté dispuesto para recibir al público a la hora citada. Los seguidores cumbiancheros de esta fiesta itinerante, comienzan a llegar pasadas las 11 o 12 de la noche y su carrete puede extenderse hasta las 5 o 6 de la mañana. Durante esas largas horas, más de alguien trabaja de manera continua para que la cumbia haga su propio trabajo social: alegrar y sacudir nuestra parca corporalidad.
Se trata de meseros, barmans, barrenderos, guardias y porteros, que a modo de pituto o de trabajo permanente, gestionan ingresos en torno a la fiesta, a veces como empleados de grandes productores, otras como compañeros de trabajo de gestores en pequeña escala de eventos cumbieros.
Muchas veces parece un trabajo invisible, como si la fiesta se parara sola. Pero hay que organizarla, difundirla, promocionarla, conseguir los grupos, pegar los afiches, preparar el local, comprar cosas para comer y tomar, y mientras todos bailan, quedarse en la puerta a cobrar las entradas hasta que el carrete termina y el público se va a descansar o continuar por otros lares la parranda. No así estas hormiguitas obreras de la cumbia. Para Eduardo, la mayoría de las veces este esfuerzo es gratificante, porque el público se va contento, porque lo pasó bien, porque al fin de semana siguiente quiere volver:
“Se despiden de mi de la mano, te agradecen el espacio po`. Y tú deci`, no po`, si esto lo hacemos así… sí él no viene, el espacio no existe, ¿cachai`? Pero sí po`, parece que es importante para que esto crezca, y también es importante pa` las bandas, porque hay poquitos lugares pa` ir a tocar.” [1]
Por su parte, los músicos tampoco descansan. Aunque disfrutan de estar tocando, es su trabajo, y como tal, requiere de ciertas responsabilidades y esfuerzos. Lo importante es sonar bien, según nos cuentan, para que al público baile, disfrute, y le guste lo que hacen, pues esa aceptación es la que permitirá sostener su trabajo musical como fuente de ingresos y reconocimiento.
Pero “sonar bien” no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Se necesita ensayo y estudio continuo, proceso que va desembocando en una profesionalización de los cultores cumbiancheros, al tiempo que establece divisiones sociales en el trabajo musical: desde compositores hasta managers y productores musicales, el espacio de trabajo permitido por la cumbia se amplía entre asalariados, mandos medios y empresarios que van sentando las bases para la emergencia de una industria musical.
(Video: Los Rumberos del 900 en ensayo, Tiesos pero cumbiancheros 2010)
Una agrupación cumbianchera puede estar tocando todas las semanas del año, y no solamente los fines de semana. Si además tiene trascendencia nacional, su performance puede repetirse de lunes a lunes, muchas veces en torno al mismo repertorio que la ha llevado a tal sitial.
Es el caso de la Sonora de Tommy Rey, que toca prácticamente todo el año, en distintos tipos de eventos (fiestas, festivales, conciertos, matrimonios), muchas veces más de una vez por jornada, lo que les exige un intenso ritmo de trabajo, de lo cual nos habla su productor, director musical y percusionista, Leo Soto:
“(…) Y ya de ahí, comienza Septiembre, las fiestas patrias, te llaman de las municipalidades, de las empresas (…). Y a veces, cuando nos da el tiempo, nos tomamos una semana, diez días después del dieciocho, porque el dieciocho trabajamos harto. Por lo menos son tres, cuatro salidas diarias en diferentes lugares. (…) Ya a mediados de Octubre para adelante comienzan las fiestas en pleno. Todas las empresas hacen sus fiestas de fin de año (…) Se toma mitad de Octubre, todo Noviembre, mitad de Diciembre. La Pascua es sagrada para nosotros. Ahí, nosotros no vamos a tocar a ningún lado. Es para la casa. Es una fiesta familiar. Igual que Semana Santa. Y después, viene Año Nuevo y así damos vuelta el año.”[2]
De este trabajo continuo, emergen anécdotas ocultas en la festividad que circunda a la cumbia chilena, hecha oficio de animar la fiesta por parte de sus cultores y gestores. El espacio que antaño fuera baile y disfrute, se convierte así en lugar de productividad. La entrevista de Claudio Aguilera al destacado intérprete cumbianchero, Patricio Zúñiga, alias “Tommy Rey”, evidencia esta particular paradoja cumbianchera:
“’Yo no voy nunca a fiestas’, dice como disculpándose. ‘¡Sí, es verdad!, una vez me pusieron Fommy Rey. Voy a cumpleaños de una hija o un hijo, un ratito, en la semana, porque no puedo ir el fin de semana por el trabajo. Finalmente, para nosotros la fiesta es trabajo”.[3]
La Sonora de Tommy Rey en la Fonda Permanente La Popular, 2010 |
Por otra parte, además del ensayo y la realización de eventos en vivo, los cultores intérpretes de repertorio bailable también están llamados a montar, grabar y producir discos. Este trabajo de grabación y producción, si bien se ha vuelto más asequible producto de la masificación de la tecnología, es también uno de los grandes desafíos de los músicos de la cumbia, pues las casas disqueras se han especializado en la distribución de soportes fonográficos, desligándose del resto de la cadena de su producción, trabajo que deben asumir cultores y productores con el riesgo de quedar fuera de canales masivos de distribución. Según nos contó Carlos González, destacado productor y compositor de cumbia en Chile:
“Ya la industria, prácticamente, no existe. (…) La música que uno escucha, son esfuerzos de los propios artistas y propios grupos. (…) Hace diez años atrás o quince, yo era productor, sigo siéndolo, pero a mi me llamaban de las compañías y me decían ‘queremos grabar, quiero grabes tú, que produzcas a Tommy Rey’ entonces, yo hacía el presupuesto por el estudio, músicos invitados (…) ingeniero de sonido, todas las cosas y agregaba mi parte que era producción. Entonces, ellos aprobaban y uno grababa. Pero ahora no existe, las compañías de disco (…) lo único que hacen es distribuir música de afuera y, ocasionalmente, bajo el costo de uno.”[4]
¿Y cuál es la visión sobre el trabajo en el hablar de la propia cumbia?
Pese a que las letras del repertorio cumbianchero cuentan historias de amor, desamor, parrandas, trifulcas y anécdotas cotidianas, variados son los casos en los que sus versos se inspiran en las desiguales y precarias relaciones laborales de la sociedad chilena.
El grupo Hechizo (de Ovalle), a través de su canción “La temporera”, popularizada a través de su difusión mediática en la teleserie “Aquelarre”, logró poner sobre la mesa la figura de la temporera, característica en las zonas rurales de la región de Coquimbo. Mujeres recolectoras de cosechas en predios agrícolas empresariales, que en busca de ingresos para sus familias, enfrentan largas y asoleadas jornadas laborales, sin seguridad social y otras precariedades.
Juana Fé, por su parte, sencibilizada por el contexto barrial de su cantante y compositor, Juan Ayala (nacido en la comuna de Conchalí de la capital), le canta al vendedor ambulante, trabajador informal que se dedica a vender productos en la calle y en la locomoción colectiva, corriendo el riesgo de ser atrapado por la policía y perder su fuente de sustento: su mercadería. Irónicamente, esta práctica laboral perseguida por su ilegalidad, y su estrategia de venta en verso y pregón a viva voz, es volcada en la canción “Callejero”, hoy emblemática del repertorio cumbianchero local.
Finalmente, desde el puerto de Coquimbo, encontramos a Los Vikings 5 que como muchas otras agrupaciones cumbiancheras del norte de Chile, le cantan al minero, trabajador que extrae la riqueza del subsuelo que históricamente le ha dado el sustento económico tanto a las arcas ficales nacionales, como a holdings privados nacionales y transnacionales, arriesgando muchas veces su vida en precarias condiciones de seguridad laboral y social, con remuneraciones que están lejos de consolidarse como sustento económico justo.
[1] Entrevista a Eduardo López, productor y gestor de la Fonda Permanente , La Popular , realizada por Eileen Karmy y Lorena Ardito, el 26 de mayo 2010.
[2] Entrevista a Leo Soto, productor, director y percusionista de la Sonora de Tommy Rey, realizada por Eileen Karmy y Alejandra Vargas, el 21 de abril de 2010.
[3] Aguilera, Claudio. 2006. “El profesional…” Patrimonio Cultural. 38 (11): 19.
[4] Entrevista a Carlos González, productor y compositor, realizada por Eileen Karmy y Alejandra Vargas, el 5 de mayo de 2010.
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