Termina el conteo de rigor y las calles del territorio nacional estallan en un rugido colorido y achampañado pocas veces perceptible en la cultura festiva chilensis. Gentes de todas las edades, culturas, clases sociales y gustos musicales, se dan cita en torno a espectáculos pirotécnicos callejeros, con sus mejores atuendos y cotillones, pues nuestra celebración “a la chilena” aun no ha logrado vencer sus propios pudores para rendirse al disfraz enmascarado[1].
“¡Feliz año nuevo!”, “¡Felisa me muero!”, “¡Belisario!”, son algunos de los gritos de guerra que en este rincón del globo, abren el festejo celebrado en el mundo entero para conmemorar el ciclo occidental de nuestro planeta en torno a la estrella madre del sistema solar, tras la promesa de buenos augurios, evocados por los más diversos e insólitos ritos: una extraña mezcla entre lentejas, uvas, calzones amarillos, maletas y abrazos al género de su preferencia. Pero esa es sólo la entrada. El plato de fondo de esta fiesta callejera en la que parecen diluirse desigualdades y contradicciones sociales, es un largo parrandeo orquestado por los inconfundibles sones de la cumbia chilena, un universo musical principalmente creado en el exterior, pero apropiado por orquestas, sonoras, bandas e intérpretes locales, para permitir la expresión festiva de nuestra poco agraciada corporalidad por casi medio siglo ininterrumpido[2].
Cumbianchado desde los años ‘60, nuestro Año Nuevo encontrará su eslabón perdido a fines de los ‘70 en la canción que es hoy himno tanto de años nuevos como de cumpleaños: “Un año más”, del coquimbano Hernán Gallardo Pavez, uno de los más antiguos compositores cumbiancheros chilenos[3]. Elección obligada e indiscutida de radioemisoras, DJs, escenarios abiertos, fiestas privadas, y coros improvisados en las calles vestidas de fiesta por 12 horas de jolgorio carnavalero, sus bronces y letra avisan que ha comenzado la fiesta más larga y popular de la que se tenga noción en este terruño. Sin embargo, su particular historia oculta rasgos insospechados de la cumbia chilena, así como de sus cultores...
Hernán Gallardo Pavez. Fuente: Revista Electrónica Rueda Humana. |
Compuesta el 15 de diciembre de 1977[4], “Un año más” expresa la melancólica soledad de este compositor y pianoman, recordando a su padre recientemente fallecido. Su armonía particular, que nos suena más a blues que a cumbia, y su poética melancólica de desdén frente al futuro, aun dejan oír esa añoranza en las versiones festivas que le siguieran, gracias a la visión del propio Hernán Gallardo sobre su reciente creación, quien prontamente se la presentó a los cumbiancheros coquimbanos Los Cumaná, sin lograr su interés por hacer una versión festiva. A poco andar, serán los salseros de Los Macalunga quienes monten una versión bailable de “Un año más”, aunque sin entusiasmar demasiado a su creador, quien decide presentar su canción a Los Vikings 5, agrupación coquimbana que en 1978 la graban en su primera versión cumbianchera. Meses más tarde, será un encuentro en un restaurante de la capital entre Don Hernán y Marty Palacios el que posibilitará a esta canción contar con sus actuales arreglos de bronces, versión finalmente apropiada por La Sonora de Tommy Rey para popularizarla por todo el territorio nacional.
Video: "Clásicos cumbiancheros".
Archivo: Tiesos pero cumbiancheros.
Edición: Alejandra Vargas S.
Edición: Alejandra Vargas S.
En pocos años, “Un año más” logra el sitial de himno festivo emblemático, estatus que hasta nuestros días no parece presentar posibles sucesores, a pesar de lo cual, el reconocimiento económico y social a su autoría y aporte cultural no se concretó sino hasta finales de la década del ‘90[5]. “Esa es la paradoja de “Un año más”, la cual se baila con mucha alegría”[6], relata el propio Hernán Gallardo, aludiendo a la historia de una canción que pone en evidencia la otra cara del festejo. La soledad de una sociedad individualista, el trabajo de los cultores quienes pueden llegar a tocar 3, 4 o más veces en vivo por noche en estas conmemoraciones, y la invisibilidad de quienes, con su aporte creativo, dan vida a nuestras escasas pero cumbiancheras festividades.
[1] Prohibidos desde los albores de nuestra fundación republicana, los festejos populares y carnavaleros en Chile han sufrido el embate de la persecución, la restricción y el disciplinamiento históricos, generando una peculiar expresividad festiva, correcta pero transgresora, contenida pero alegre, que aprovecha los escasos espacios legitimados para su práctica, haciendo de ellos festejos sin parangón en el orbe. La conmemoración de Año Nuevo en el puerto de Valparaíso, por ejemplo, es hoy en día considerado uno de los espectáculos pirotécnicos y callejeros más relevantes y masivos del mundo, atrayendo a turistas de las más diversas nacionalidades a festejar el Happy New Year made in Chile.
[2] Como señala uno de sus más emblemáticos cultores, Patricio Zúñiga (alias Tommy Rey): “…ni siquiera para el 73 dejamos de tocar para el Año Nuevo”. En: “Los reyes de la cumbia desclasifican los expedientes secretos del Año Nuevo”, Julio Osses, El Mercurio, C17, 31 de diciembre 2010.
[3] Autor de más de 2.000 composiciones, 62 de ellas inscritas en la SCD, además de una Sinfonía estrenada por la Orquesta de la Universidad de La Serena en mayo de 2010.
[4] “Hernán Gallardo Pavez: el músico detrás de “Un año más”. Reconstrucción biográfica y análisis social de su obra más famosa”, Sebastián Clavero, Priscila Álvarez y Verónica Collado. Investigación presentada en las IV Jornadas Musicológicas de Jóvenes Investigadores realizadas en la Universidad de La Serena (Agosto, 2010).
[5] Ídem.
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